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Un voto de silencio en cuarentena

El domingo pasado decidí hacer un voto de silencio para salir de la rutina del encierro. Era perfecto porque igual me tenía que quedar en casa, planeaba ver series y los domingos no tengo que hablar sobre trabajo. Me caía como anillo al dedo. Así lo hice y fue un ejercicio revelador y de autoconocimiento que creo puede servir para el ejercicio de la narrativa pública.

Meses atrás una médica bio-energética me dijo que sentía que mi chackra Vishudi, que es el chacra de la palabra, estaba desequilibrado. Esto lo descifró sin haberle mostrado mis exámenes. Una coincidencia muy precisa porque días antes me había hecho el examen de la tiroides y me salió inestable. Ella me dijo “parece que no hablas mucho y te guardas las cosas…podrías decirlas, con cariño, pero decirlas”...“Intenta no hablar por un día y verás que al otro estás que te hablas hasta por los codos”. Esto me pareció lejano y pensé que el único momento para hacerlo es en un retiro espiritual, de resto no lo veía cerca. Así que lo dejé pasar.

La cuarentena era el momento perfecto y tomé la decisión de hacerlo. Le dije a mis papás que iba a guardar silencio y a mi novio que no iba a utilizar las redes sociales para comunicarme. Ya todos estaban advertidos. 


Hubo dos momentos reveladores para mi en este ejercicio. El primero fue diferenciar claramente entre lo que pensaba y quería decir. Esto es muy dificil porque la distancia entre lo que se piensa y se dice es muy reducida, de hecho me di cuenta que son acciones simultáneas. En mi ejercicio, pensaba algo que quería decir inmediatamente, pero como no podía, me quedaba con el pensamiento.


Esto lo identifiqué cuando estaba en la cocina con mis papás haciendo el desayuno. Mi mamá era la encargada de hacer el jugo de naranja y yo los huevos. Al hacer el jugo se le olvidó poner un recipiente y regó el jugo. Esto le ha pasado repetidas veces así que iba a intervenir con lo siguiente: “mami otravez te pasó, siempre te pasa, ¿es que no te das cuenta?, vas a dañar la máquina, desperdiciaste el jugo, ahora toca limpiar todo”.



Ese fue mi pensamiento, pero como no podía decir nada, se quedó en mi cabeza y seguí en mi preparación. Mi mamá enseguida reconoció su error y simplemente limpió lo que había regado. En ese tiempo que transcurrió entre mi pensamiento y lo que mi mamá mencionó, reflexioné que mi comentario era innecesario. De hecho, si hubiera dicho lo que pensé tan pronto se hubiera regado el jugo, sólo le iba a echar más leña al fuego. Pero las cosas se solucionaron más rápido de lo que pensé.


El segundo fue que no todo lo que pienso lo debo decir, sólo debo identificar de donde viene y por qué me hace sentir de cierta manera.

Generalmente callo algo que no quiero decir pero me quedo con el pensamiento, de manera que esto se acumula en mi garganta. Que pereza haberme quedado con ese pensamiento de que mi mamá hizo las cosas mal. Sólo habría indispuesto ese momento familiar en la cocina.

Esta situación me hizo cuestionar mis pensamientos y mis acciones. Me hizo dar cuenta que no todo lo que pienso lo debo decir y que si debo decir algo, puedo pensarlo dos veces para darme cuenta si me va a liberar de un sinsabor en la boca. También me di cuenta que no me debo indisponer por mis pensamientos o por lo que creo que se debe decir en ese momento.


El voto de silencio, la desintoxicación del cuerpo, al igual que el ayuno sexual o de alimentos, entre otros, pueden verse como actos de purificación y abstinencia estrictos ligados a la religión, pero también pueden verse como un ejercicio de autoconocimiento y reflexión. Antes de hacer mi voto, pensaba que era algo muy estricto que no iba a ser capaz de hacer y que además tenía que encontrar el escenario perfecto para hacerlo (el retiro espiritual de 8 días en el mar). Pero fue mucho más sencillo y más reflexivo, confieso que se me salieron algunas palabras en el día pero fue parte del ejercicio y de aprender también a ser flexible conmigo.

El voto de silencio en la cuarentena me permitió conocerme más y me permitió crear la historia que estoy contando. También me permitió hacerla parte de mi repertorio de historias para utilizar en algún momento donde deba aplicar la narrativa pública.

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